Te reciben con unas almendras garrapiñadas con jengibre, de las que vas picando durante toda la cena y aprovechas para cambiar sabor. El aperitivo se completa con una copa de crema de lentejas, foie y picatostes muy lograda, con trocitos de foie que disparaban el sabor cuando te tocaban.
De primeros tomamos un tartar de vieiras con veloute de berros y lascas de jamón. Plato delicado que me gustó. Iba un poco con miedo por lo de la vieira cruda, que a mí las ostras y demás no me van, pero sin problema, muy rico.
También disfrutamos de un platazo de arroz cremoso con trigueros, boletus y gambón. Muy pronunciado el sabor a seta, el plato era especialmente abundante, sobre todo para ser un primero de una cena. Como imaginaréis, la división de los platos no estuvo precisamente al 50% entre Laura y yo: claramente dominé el partido con un 75% de posesión de balón…:)
Como platos principales un pescado muy ligero, una lubina braseada con hinojo y emulsión de azafrán. Todos los sabores muy tenues al servicio de un buen pescado, al que ayudaban sin ocultar.
El plato de carne fue un magret de pato asado con piña a la plancha y jugo de bayas de enebro. La carne, muy roja en su centro pero a pesar de ello muy tierna. No estaba mal, pero me pareció más floja que el pescado, quizás por ser más habitual.
Los postres, a los que llegamos ya bien servidos, no desmerecieron. Por un lado, un coulant de chocolate con helado y picatostes. La combinación con los picatostes recién fritos me la apunto, creo que es un acierto, muy de merienda.:)
El otro postre fue una ligera mousse de limón, chocolate y frambuesas. Más normalita pero cayó sin problemas.
Con dos cervezas, dos cocacolas y un café, más el IVA, el menú subió de los 25 del MRW a 35, muy bien de precio por una cena realmente meritoria. Con el cafetito, además, llegaron unas tejas, unos macarons y unos bombones de chocolate al curry. Lo dicho, un éxito.
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