miércoles, 13 de enero de 2016

El Perro y la Galleta, de moda....pero con razón.

Para la celebración de nuestro 22 aniversario de noviazgo (bueno, ya no es noviazgo, que ya estamos casados, parece que aún no nos hacemos a la idea…:)) Laura y yo elegimos visitar “El Perro y la Galleta”, en la c/ Claudio Coello, 1 (Madrid). Y lo elegimos con tiempo. Ya he comentado alguna vez que a mí lo de los sitios que se ponen de moda a través de revistas me rechinan un poco. Cuesta horrores reservar (lo habíamos intentado unas cuantas veces sin éxito) y cuando lo consigues vas como en alerta, con expectativas altas. Ese hype



Pues lo cierto es que cumplió muy bien. Salimos bien y abundantemente cenados. Optamos por compartir tres entrantes que al final se demostraron excesivos. Las raciones, que en mi cabeza iban a ser escuetas, fueron todo lo contrario, realmente generosas. 
El tiradito de pez mantequilla con ají amarillo muy sabroso, con el pescado macerado en su punto justo. Plato fresco y agradable.



Tremenda la de berenjena con parmesano, albahaca y tomate, rebozada en galleta. Entrante que podía ser perfectamente un plato principal. Las flautas de pollo nos sobraron un poco. Yo esperaba algo tipo mexicano, enrolladas en algo, y eran poco más que unos fingers de pollo. Eso si, las dos salsitas que los acompañaban muy ricas, una de tzatzki y otra de curry.



Para los segundos Laura opto por uno de los entrantes, un milhojas de patata y huevos con boletus, trufa y jamón. A esas alturas de la cena y a esas alturas de las fiestas navideñas, imposible acabárselo. Estaba rico, pero al final es un plato enorme de dos huevos fritos con todo el acompañamiento. Sobró uno entero que ni yo pude atacar.



Para mi, unos ravioli de gallina y champiñón con parmentier. Algo raro había en ellos. Alguno estaba…crujiente. Muy ricos de sabor pero se me hizo un poco extraño ese crujiente en los bordes, como si tras cocerlos los hubieran pasado por la plancha. No sobró ni uno…:)



No pudimos llegar a los postres, imposible. Con los refrescos de Laura y un vinito que me pedí, un Cinema Crianza, de Ribera del Duero, con mucha acidez, que se agradeció para pasar el cenorrio, nos fuimos a 45 por persona. Como ya digo, no nos defraudó el sitio. Eso si, ya sabéis, reservad con un par de semanas de antelación o igual no pilláis mesa.

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